¿Cuánto tenemos marcado en nuestro propio cuerpo de toda la violencia vivida históricamente?
¿Qué pasaría si supiéramos que adentro es igual que afuera?
Que la violencia social está impresa como marca energética, que puede leerse en el cuerpo.
Que los síntomas tanto físicos como psicológicos, obedecen en muy buena medida a una falta de conocimiento sobre esta determinación.
Que la violencia ancestral está viva en cada pliegue de nuestra piel.
Y que vivimos ajenos a estas marcas, así como nos enajenamos de nuestras raíces.
Que todo este renacer de la espiritualidad de los pueblos originarios, tiene que ver con una necesidad de reparación no solamente social, sino personal.
Que la vida actual, separada de rituales, nos sumerge en una falta de sentido.
Que estos rituales en el hombre contemporáneo viven y se realizan en su interior, aún los más antiguos.
Que las pinturas originarias tienen un correlato en la vida moderna. En las cuevas el chaman dibujaba para no olvidar lo que veía en trance, buscando la sanación del enfermo en la sabiduría de los Dioses; Hoy se demuestra la eficacia del arte sanador, develando conocimientos olvidados, pero más que nunca necesarios.
Marcadas en el cuerpo hay escenas que contienen toda la memoria.
Hoy recurrimos a experiencias energéticas, al movimiento del cuerpo como movimiento del alma, a la meditación, a la danza ritual, a los cantos devocionales y a muchísimas prácticas que nos ayudan a recuperar el sentir y el sentido de ser parte.
Es muy importante reflexionar y transmitir, si comprendemos que nada es separado, que todas las especializaciones convergen en un mismo centro. Y que los profesionales interesados en esta cosmovisión, quizás podamos integrar conocimientos para generar un cambio profundo.