sábado, 1 de agosto de 2009

El hombre que reencuentra los rituales

Hay un templo, allí están las sacerdotisas esperando. Los hombres entran sin saber por  qué, pero algo los atrae. La mujer conduce al hombre, lo invita a que se siente, lo alumbra con una luz y lo invita a que cierre sus ojos. Son gestos, amorosidad, no hay palabras. Al cerrar sus ojos,  el hombre va sintiendo su interior, su respiración, su mente, se relaja. Imágenes, sueños, deseos… despiertan emociones dormidas. Abre sus ojos acompañado por la sacerdotisa, se ven los efectos de esta ceremonia de transformación, es evidente una energía que le hace brillar la mirada. Se despide con emoción y agradecimiento.

Cuando el hombre se encuentra con sus imágenes, sus dibujos, se reencuentra con sus vivencias históricas. En el silencio mental, conectado con su respiración, la energía de esos trazos lo toca. Emerge una historia, la propia, grabada, marcada en él. Puede palpitar con una escena que les es propia pero ajena a su conciencia. Iluminar esas circunstancias lo van acercando a sí mismo.

Desde este lugar  y con mi trabajo de investigación sobre el arte simbólico corporal, que revela un mensaje inscripto en el cuerpo de las personas, recibo a las parejas que consultan. Ahí soy una intérprete, una facilitadora que acompaña en el camino de restituir energías escindidas, con el enorme desafío de transmitirles “su verdad”. Una invitación a un viaje, al de sus sueños, sus deseos. Un viaje en el que somos acompañados por algunas comunidades originarias, los Huicholes, los Australianos, los Navajos. Y donde el gran presente es el cuerpo, el cuerpo con sus marcas. Vienen con nosotros también las piedras con su sabiduría, las llamadas “abuelas”. Y un equipaje de prácticas corporales, el reiki, la eutonía, el yoga, la danza terapia y las posturas llamadas del “chamán extático”. Y siempre viene con nosotros una invitación a la práctica del budismo zen, zazén.

Un mundo y otro mundo empiezan a encontrarse, la dualidad está en juego…

La O.M.S presentó un informe sobre la baja capacidad reproductiva en el hombre. Es poco abordado el tema, pero las marcas diagnósticas develan crónicas que viven en los cuerpos de los hombres y que dan cuenta de emociones que funcionan como anticonceptivas. 

Los originarios lo decían, con el sexo no alcanza para embarazarse. En los casos en los que la fertilidad se hace costosa, es imprescindible reflexionar sobre esta frase y poner la mirada sobre el hombre, ya que siempre se ha tratado a la mujer. Si bien el embarazo se produce en el cuerpo de la mujer, la fertilidad es un tema de pareja. Y en estas parejas hay una necesidad de iluminar sus historias. Es difícil que se comprenda que es un tema de pareja porque históricamente siempre ha sido tratado de otra forma.

Cuando la mujer deja de llevar sola la “culpa” de no embarazarse, es un alivio inmenso el que tiene, y ahí sí realmente empiezan a “emparejarse” y a emprender un camino que tiene que ver con la fertilidad.

Es un cambio de paradigma mirar qué está pasando con la fertilidad masculina. El informe de la OMS corrobora  que hay algo que está pasando y que todavía no estamos mirando lo suficiente. No parece que la energía masculina tenga un lugar en los tratamientos de fertilidad. El propio hombre desconoce el valor del semen. Cuando baja la capacidad reproductiva, cuando la calidad del semen no es la apropiada para fertilizar, es ahí donde tenemos que hacer este recorrido, porque se observa con la experiencia que sí se producen cambios en la calidad espermática cuando el hombre va recuperando internamente su masculinidad.

Jung dice que cuando hay desequilibrio entre este que somos en la realidad concreta, y aquel otro que vive atravesado por los siglos con sus sueños, deseos, visiones, fantasías, más a la defensiva estamos. Muchas veces los hombres se resisten a las prácticas que los  llevan a escucharse, cuando ellos son los más necesitados. Su costado femenino está dormido y su masculinidad queda en una emboscada.

Sus historias dan cuenta de violencias padecidas, descalificaciones, muchas veces ocupando un segundo lugar, y sus madres apareciendo en posiciones de víctimas. Y esto se reproduce en sus parejas, sus mujeres padecen el no embarazo mes tras mes. Ellos no pueden evitar la repetición de esa escena. Esa marca los lleva sin saberlo, a buscar parejas que reproducen la misma escena. Al estar depositado en la mujer, el tema queda tapado para ellos.


Esta es la imagen de un hombre que consulta por fertilidad:




En su pintura diagnóstica aparece esta escena. Asombra una presencia femenina que lo abarca. Esta escena va develando algo que está  inscripto en su cuerpo pero no en su conciencia. Es la presencia del sufrimiento de su madre, quien padeció muchas pérdidas de embarazos, y a quien la fertilidad marcó con mucho dolor.


Como vemos en este dibujo, su potencia masculina queda entrampada en el cuerpo de la madre.

Este hombre no sabe que tiene la marca del sufrimiento por los problemas sufridos por la madre, esto se revela a través del dibujo.

La marca es el motor de sus acciones, no puede más que repetir. Se va a encontrar, sin saber por qué, con la misma escena siempre. Al encontrar a su mujer, cuando deciden que quieren tener hijos, comienza todo un derrotero porque empiezan a revelarse una cantidad de problemas físicos que lo dejan exactamente en la misma posición. Él solo puede acompañar a su mujer en su dolor, en la misma posición que lo marcó frente a su madre.

Su desesperación es vivida a través de las lágrimas de su mujer, tal como fue vivida en la depresión que le quedó a la madre por las lágrimas vertidas por su propia infertilidad.

Cuando el dibujo le muestra esas marcas le resulta asombroso que aquella situación vivida tantos años atrás tenga esa presencia en su vida hoy. A partir de aquí emprende el camino de transformación para recuperar su propio cuerpo, su energía masculina. El tener la imagen de la escena que lo marca ya es empezar a sacar esa escena de su cuerpo. Ya a partir de aquí la posición no va a ser la misma, ya no es quedarse mirando el dolor de una mujer, la madre, su esposa, sino ocuparse de su propio cuerpo, de su propia energía.

Aquí vemos otras imágenes del arte simbólico corporal de hombres que consultan por temas de fertilidad:


Encuentros donde el relato se dibuja, la palabra la tiene el trazo. Trazo que dice. Hay mil palabras en el discurso de cada persona al llegar, y una sola imagen, una pintura que devela esa voz que, al ser escuchada, toca la emoción.



El camino del hombre para recuperar su energía masculina…

Al producirse la movilidad de la escena en un hombre, cuando sus marcas empiezan a estar fuera del cuerpo, se produce un cambio en la calidad espermática. Pero no es solo eso, sino que hay un cambio en la actitud, un cambio en la energía masculina.

Hay  una práctica llamada del chamán extático, es una forma corporal antigua que al ser vivida por el hombre de hoy acompaña en la restitución de energías que están bloqueadas. Veamos un ejemplo:


Energía espiritual en la potencia reproductiva masculina, “el que tiene la capacidad de hacer el ritual a la orilla del mar para la abundancia de peces”.
Es la imagen de un ritual de fertilidad practicado en Centroamérica. Al cambiar la postura corporal, se transforma la postura interna. Es el inicio de un viaje hacia la recuperación de la energía masculina, donde ponemos en práctica mucho del conocimiento de los pueblos originarios.


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